¡Oh Dios! Que manifestaste haber escogido al bienaventurado
San Francisco Javier, Apóstol de las Indias, para que hiciese conocer vuestro
nombre a los reyes, dar a conocer a los que aquí en la tierra estamos al admirable propagador
de vuestra gloria y que merezcamos tenerle por intercesor benéfico de nuestra
salvación en el cielo.
¡Oh, gran San Francisco Javier!, bienaventurado y glorioso, predicador incansable y prodigioso misionero que al servicio de Dios Padre recorriste el mundo entero, junto a él adoramos la Divina Majestad, nos alegra especialmente por las gracias que entregó en vida y por la gloria que se le concedió después de la muerte, le damos gracias a Dios, y le pedimos, con todo el afecto de nuestro corazón, que mediante su poderosa intercesión pueda concedernos, sobre todas las cosas, la gracia de vivir una vida de Santidad.


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