domingo, 15 de abril de 2018

Voluntariado en comedor social


SS.CC.: José Luis, Pilar, Júlia y Miguel (Centro Sor Faustina)













Pobreza, vagabundos, gente de la calle, desamparados que pueden comer gratis… En esto piensa la gente cuando preguntas “¿Qué entendemos por comedor social?” Pues nosotros tenemos una idea diferente: Es un lugar en el que personas individuales o familias puede ir a comer sin ninguna aportación económica. Hoy varios miembros de Salesianos Cooperadores del colegio de María Auxiliadora hemos participado como voluntarios en uno de ellos. El comedor social de "San Froilán" rompió nuestros esquemas y la experiencia ha sido increíble. Nos abrió los ojos en este ambiente con el que nos hemos encontrado y nos hizo creer que las personas podemos ver la luz. Que el cambio debe empezar por la sociedad, con un giro de mentalidad. Hay muchas personas que desean ayudar sin esperar nada a cambio, bueno, en realidad sí que quieren algo, y esa es su propia satisfacción interior. Los comedores sociales ayudan en todo lo que pueden a salir de las peores situaciones en las que algunas personas se encuentran.

Preparando cubiertos

















Hay parte de la sociedad que se está convirtiendo en un círculo de ayuda humanitaria, donde cada uno aporta su pequeña miga de pan, que si se uniesen a todas las demás, formarían la Gran pieza. Ahora es el momento de que cada uno decidamos dónde queremos llegar, qué queremos hacer, qué queremos aportar. Ahora es más que nunca nuestro deseo de ayudar como voluntarios en esta actividad. El comedor de San Froilán funciona gracias a las aportaciones de Cáritas, el esfuerzo de varias hermanas de las Hijas de la Caridad y una treintena de voluntarios. Todos ellos hacen posible el ‘milagro’ de dar una comida caliente al colectivo de necesitados. Pero también se alimenta el espíritu y la esperanza porque tanto las religiosas como los voluntarios buscan que el comedor sea también un lugar de encuentro y un espacio de acogida para charlar con los usuarios. Está labor no es sencilla porque suelen ser personas que solo vienen a comer, sin ganas de dar explicaciones ni hablar de su problemática. Vivir en la calle tiene un punto de libertad que permite estar al margen de las normas. Es, para ellos, lo mejor de no estar resguardados bajo un techo. Son, básicamente, hombres, cada vez más jóvenes. Personas que han sufrido numerosas experiencias traumáticas desde la muerte de un padre, la pérdida de un hijo hasta una separación de pareja, algún tipo de drogadicción o quedarse sin empleo. «Nadie quiere caer en este pozo pero estas situaciones imponen tanto que no hay manera de salir adelante». Sor Faustina y Sor Montse son conscientes de que «aún hay mucha pobreza» pero se quedan con la solidaridad de los personas. Una solidaridad que no solo está presente en fechas concretas, sino a lo largo de todo el año.

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